ELLA...

 


Ella no era capaz de entender al mundo. Y mucho menos caminar por el.  Ella abrió los ojos en septiembre, quizás para entonces en un ambiente precario con pocas oportunidades de salir adelante.  Las apachetas  coloridas, las flores de primavera y el viento característico de aquel municipio fueron testigos de sus primeras lágrimas, sonrisas y sentimientos.

Dicen que las personas vienen al mundo con un propósito, una misión a cumplir y después de consumar con su objetivo son transportados a otro mundo. Nadie sabe con exactitud  a qué lugar pero murmuran que ahí no existen las injusticias y mucho menos las penas. Allí la primavera es eterna y el invierno fue desterrado a otro terreno para aquellos desafortunados que en vida eligieron caer.

Quizás ella estaba destinada a realizar una gran misión, a dejar huella en cada paso, era una persona como muchas otras, pero la sensibilidad de su alma y las situaciones que afrontaban la hacían muy diferente a otros. Su esencia y su actividad constante por la vida dejaban mucho por hablar. A ojos ajenos su vida era normal, sin mucha relevancia. 

Pero ella no lo creía así porque nadie, más que ella, conocía de las luchas constantes con su pasado y la enfermedad que aniquilaría, un día, su vida o la profundidad de su mirada en aquellas cosas que para otros era invisible. Desde muy pequeña sus manos estuvieron destinadas a palpar letras, a influir en los demás con sus palabras. A conectar mundos adversos para un bien común.

Posiblemente la realidad de ella hubiera tomado otro rumbo en aquellos campos que la vieron crecer, pero a veces se les otorga un cometido extraordinario a personas que no se piensa. Y hoy escuchando, sintiendo caer el río por las piedras, el viento agitar las hojas de los sembradíos y el sol quemarte arduamente los pómulos, me pregunto qué será de ella y si encontró al fin su cometido.



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